Que Ecuador es un destino a buen precio y ofrece de todo para hacer, ya no es novedad. Pero entonces al planear una visita hay que organizar los tiempos con la idea de recorrer sus mejores lugares. En tan sólo una semana es posible pasar por los resabios de su cultura originaria, la «ciudad jardín» como le dicen a su capital, la elegancia de sus edificios coloniales, la montaña y las playas más hermosas sobre el Pacífico.
Y es que este pequeño país ubicado al noroeste de Sudamérica con una extensa costa, grandes extensiones de Amazonía y la línea de Los Andes, lo hacen muy especial. Un destino ideal que junta todas las geografías y de ahí que tenga tanto para ofrecer a nivel turístico. En esta nota proponemos un recorrido por tierra entre sus clásicos puntos, esos que nos reflejan la diversidad que alberga en cada una de las ciudades.
Para llegar a Ecuador, casi todos los vuelos con más o menos escalas, hacen pie en su capital Quito, donde empieza el viaje. El encanto de esta ciudad está en su casco histórico, que es parada obligada siempre al menos por tres días. Frente a la Plaza Independencia (o Plaza Grande), la Catedral es la más antigua e importante ya que tiene una importante colección de obras de arte (La Virgen de Migues Santiago y La Negación de San Pedro, entre otras), murales e imágenes talladas. Fue construida en 1660 y se encuentra en perfecto estado de conservación a pesar de terremotos y erupciones volcánicas que la afectaron en el pasado. También el Convento de San Francisco llama la atención porque es el templo más grande de toda América. Luego destacan grandes edificaciones de arte contemporáneo y colonial como el Palacio de Carondelet al igual que el Teatro Sucre, de arquitectura neoclásica.
Vale la pena en la ciudad recorrer otros dos puntos más alejados, el Museo Capilla del Hombre, creado en homenaje al artista local Osvaldo Guayasamín con todas sus obras de claro acento latinoamericano. Mas alejado todavía, a una hora de viaje, en medio del paisaje colonial se encuentra el hito Ciudad Mitad del Mundo, ahí por donde pasa el paralelo, donde se hizo un monumento que lo señala.
La siguiente parada será hacia el sur en Riobamba, por la Avenida de los Volcanes, que nos pasea por 14 gigantes dormidos a 4500 metros de altura. El más grande es Cotopaxi (a 6000 de metros), con su base de 15 kilómetros de diámetro, asentada en medio de una llanura inmensa que es un Parque Nacional y vale la pena la parada. Todo lo que ofrece son especies de fauna nativa y pinos de todo tipo. La vista hacia el volcán es lo más impresionante, con su punta toda nevada.
Al llegar a Riobamba lo mejor es hacer noche y si queda tiempo recorrerla un poco entre sus catedrales, plazas y edificios históricos. Lo más impactante son las vistas que tiene de todo el cordón montañoso, que según dicen los locales, protege y abraza esta ciudad.
Ahora la distancia se vuelve mucho mayor, unas 4 horas de auto para llegar a la próxima parada que es la ciudad de Cuenca. A esta maravilla le dicen la «Atenas de Ecuador» por la magnificencia de sus construcciones. En su fachada es muy antigua, con sus casas coloniales mezcladas entre los talleres tradicionales y también construcciones modernas que conviven en perfecta armonía. Tiene museos de todo tipo, ferias artesanales, iglesias, conventos y un bioparque en las afueras que nos enseña sobre su diversidad natural. Dan ganas de quedarse mucho tiempo admirando esta joya. Antes de partir, el souvenir que nunca debe faltar es el sombrero de paja toquilla, también conocido como «Panamá», un elemento típico de Cuenca que se ha vuelto un fetiche entre los turistas, y que a pesar de su nombre, no es oriundo de aquel país.
Unos 198 km nos acercan hasta la ciudad de Guayaquil, la más grande y poblada. Tiene dos ríos que la atraviesan, el Guayas y el Estero Salado. Es una ciudad muy comercial pero que también tiene sus atractivos, como el Barrio «Las Peñas» que cuenta con 300 escalones aproximadamente y termina con un mirador donde se puede apreciar una vista única de la ciudad. Así mismo, el lugar favorito es el Malecón que ha sido restaurado como paseo hace algunos años. Tiene 2,5 km de extensión y ofrece a sus visitantes un paseo entre monumentos de la historia de la ciudad, museos, jardines, fuentes, miradores, centros comerciales, restaurantes, bares, patios de comida y el muelle desde donde se pueden abordar embarcaciones para pasear por el río.